Aparecía en la revista de la Rotman School una interesantísima entrevista de Karen Christensen al profesor Michael Jensen donde nos indicaba que la integridad de las personas es condición necesaria para un óptimo desempeño en la gestión de los negocios, y no solo en los negocios, sino también en nuestra vida personal.
Establece el profesor Jensen un paralelismo entre la integridad y la ley de la gravedad: son fenómenos puramente postivos. La integridad la define como “cumplir con nuestra palabra”, cumplir con nuestros compromisos, empezando por nosotros mismos, por los exigencias que nos autoimponemos.
Si no tenemos palabra, si no cumplimos con lo que decimos, se nos verá como personas incoherentes, inconsistentes y en la que no se puede confiar. Cuando asumimos compromisos, debemos respetarlos y, en caso de no poder alcanzarlos en tiempo y forma, anticiparnos a quien le afecte para que el perjuicio que le ocasionemos sea el mínimo posible. Considero muy importante esta reflexión pues seguro que todos hemos sufrido decepciones por el incumplimiento de un compañero, un jefe, un proveedor, en fin, cualquier persona relacionada con nuestra actividad que no ha cumplido con sus compromisos a tiempo o, peor aún, no los ha cumplido sin ni tan siquiera una mínima explicación. Pero, ¡ojo! también podemos haber sido nosotros la causa de la decepción por lo tanto, cuando demos nuestra palabra, debemos ser consecuentes y cumplirla. Si de inicio no era posible llevar adelante nuestros compromisos, no los asumamos y digámoslo, pues si no estamos provocando un atasco en nuestra organización, como cuando un coche estropeado en la carretera provoca un monumental atasco.
Adjunto link que lleva al artículo completo.http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1511274
Cercanas a estas reflexiones, hace ya mucho tiempo, allá sobre 1529, un español del Renacimiento, D.Alfonso de Valdés, secretario del emperador Carlos V y cabeza junto con su hermano Juan del erasmismo español, nos dejó consejos muy interesantes sobre como debería gobernarse un príncipe con su pueblo, que considero muy adecuadas para los directivos que deben dirigir a las personas de la empresas actuales. Nos decía tal que así:
” Cual es el príncipe (pongamos lo/s directivo/s), tal es el pueblo (pongamos la empresa, en general). Procura, pues, tú de ser tal cual querrías fuese tu pueblo”
“La mayor falta que tienen los príncipes es de quien les diga verdad. Da, pues, tú, libertad a todos que te amonesten y reprendan, y a los que esto libremente hicieren, tenlos por verdaderos amigos.”
“Porcura ser antes amado que temido, porque con miedo nunca se sostuvo mucho tiempo el señorío (pongamos la empresa). Mientras fueres solamente temido, tantos enemigos como súbditos tendrás; si amado, ninguna necesidad tienes de guarda, pues en cada vasallo te será un alabardero”
“Sé tan amigo de la verdad, que se dé más fe a tu simple palabra que a juramento de otros”
“Ten más cuidado de mandarte a ti mismo, refrenando tus apetitos, que no a tus súbditos, porque si tú no te obedeces, ¿cómo quieres ser de otro obedecido?”
“Jamás por tu boca salga palabra injuriosa o deshonesta. Nunca hables ni castigues con enojo”
“Haz cuenta que estás en una torre y que todos te están mirando, y que ningún vicio puedes tener secreto. Si no puedes defender tu Reino (tu empresa) sin gran daño de tus súbditos (los empleados), ten por mejor dejarlo.”
“Procura de dejar tu Reino mejor que ahora lo hallas, y ésta será tu verdadera gloria”
“Cata que hay pacto entre el príncipe y el pueblo, que si tú no haces lo que debes con tus súbditos, tampoco son ellos obligados a hacer lo que deben contigo. ¿Con qué cara les pagarás tus rentas si tú no les pagas a ellos las suyas?…tú eres pastor de hombres y no señor de ovejas.”
“No admitas en tu reino hombres ociosos, y evitarás una fuente de males”.
” Ama los que libremente te reprendieren, y aborrece a los que te anduvieren linsojeando…no hay bestia tan ponzoñosa ni animal tan pernicioso…como el lisonjero”
“No enconmiendes cargos de justicia sino a personas incorruptas y buenas, y que los acepten rogando. No quiere Aristóteles que el juez tenga emolumentos de su oficio más del salario porque no hay cosa más perniciosa que cuando el juez espera ganancia si hay muchos culpados“.
“Sé diligente y resoluto en lo que has de hacer”
Realmente es un verdadero tratado de dirección de personas lo que nos mostró, hace ya quinientos años en su libro “Diálogo de Mercurio y Carón”, un gurú español, como sería denominado si viviese en nuestro tiempo, el brillante Alfonso de Valdés.